La cotorra de Carolina (Conuropsis carolinensis) fue declarada extinta en 1918 después de la muerte del último espécimen en el zoológico de Cincinnati (EE. UU.). Antes de eso, era un ave emblemática de América del Norte; el único miembro de la familia de los loros que vivía en latitudes tan altas.‌

Desde entonces, se especuló que la desaparición de esta especie se debió a motivos como la destrucción de su hábitat, la exposición a enfermedades de aves de corral o la caza intensiva para obtener sus vistosas plumas verdes, amarillas y naranjas, que eran usadas como decoración de sombreros. Ahora un equipo de científicos ha descifrado cuál fue la verdadera causa gracias al estudio de su ADN: la culpa solo la tuvo el hombre.

El grupo de investigadores dirigidos por Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) en Barcelona, ha desvelado el genoma completo de la cotorra de Carolina a partir de un espécimen femenino que era parte de una colección privada de Espinelves, y han concluido que no hay ninguna de las señales presentes en las especies en peligro de extinción.

De este modo, los científicos dedujeron que la desaparición de esta cotorra fue abrupta, lo que es claro indicio de causas humanas, tal como se explica en el estudio publicado en la revista especializada Current Biology.‌

Los científicos analizaron el genoma de varias aves, incluida la cotorra de Carolina y su pariente cercano en América del Sur. Foto: IBE.

Descubriendo la verdad

Los científicos muestrearon el hueso de la tibia y las almohadillas de los dedos del espécimen recolectado antes de su extinción; y secuenciaron el genoma de un pariente vivo cercano, la cotorrita del sol de América del Sur (Aratinga solstitialis). Ambos análisis fueron necesarios para mapear el genoma completo del ave extinta.

El estudio determinó que ambas especies divergieron hace unos 3 millones de años, y que la cotorra de Carolina poseía dos proteínas que se adaptaban a una dieta rica en semillas de Xanthium, una planta sumamente tóxica. No afectaba al ave, pero sí a sus depredadores, por lo que se convirtió en una presa que debían evitar.

Según informó el IBE, exploraron el genoma en busca de signos de endogamia y disminución de la población que suele encontrarse en especies que están en peligro de extinción, pero no los hallaron.

Así descubrieron que su acelerada desaparición se debió a la intervención del humano, en este caso, debido a la caza con el objetivo de obtener sus plumas para ‘embellecer’ los sombreros de la época, una moda extendida en la primera parte del siglo XX, y que ahora debemos lamentar.

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