La Virgen de Chapi: Un legado de fe en el corazón de Arequipa
A 90 kilómetros de Arequipa, en el árido límite con Moquegua, se alza el Santuario de la Virgen de Chapi, símbolo de una devoción que trasciende siglos. Declarado Patrimonio Cultural…

A 90 kilómetros de Arequipa, en el árido límite con Moquegua, se alza el Santuario de la Virgen de Chapi, símbolo de una devoción que trasciende siglos. Declarado Patrimonio Cultural de la Nación en 2012, este lugar atrae anualmente a miles de peregrinos, especialmente el 1 de mayo, fecha que marca el inicio de las celebraciones marianas. Su historia, entretejida con milagros y resistencia, refleja la espiritualidad de un pueblo arraigado en las tierras altas del sur peruano.
La devoción llegó al Perú con los misioneros agustinos y franciscanos durante la colonia. En Arequipa, su culto se extendió desde Cayma y Characato hasta fusionarse con las tradiciones locales. Aunque su imagen en Chapi data del siglo XVIII, aún persiste el misterio sobre quiénes la trajeron: ¿franciscanos desde Pocsi o jesuitas desde Moquegua? Documentos del siglo XVII mencionan el «vallecillo de Chapi», pero no fue hasta 1743 que la imagen, procedente de Paranay, se estableció en la región.
En la quebrada de Chapi, donde el clima era más benigno, los pobladores de Paranay erigieron una humilde capilla de barro y paja: la Capilla Vieja. Allí, la Virgen recibía ofrendas danzadas con trajes de plumas y collares de perfumes. Sin embargo, las festividades generaban desórdenes, lo que llevó al párroco de Pocsi a ordenar su traslado en 1798. Este intento, sin embargo, quedaría truncado por un suceso inesperado.
El milagro que cambió su destino
Mientras cargaban la imagen hacia Sogay, una tormenta de ceniza del volcán Huaynaputina envolvió a la comitiva. Según la tradición, la virgen se volvió inamovible, como si quisiera quedarse en medio del desierto. Testigos escucharon voces en quechua y aymara gritando «¡Chaj llallápi!» («¡Aquí nomás!»). Así nació el nombre de Chapi, vinculando para siempre con este territorio.
Tras el milagro, se construyó una ramada provisional, sustituida luego por una capilla de adobe. Terremotos e incendios probaron la resiliencia del culto: en 1868, un sismo derribó el templo, pero la imagen sobrevivió intacta. Bajo el liderazgo del párroco Pablo Retamozo, en 1893 comenzó la edificación del «Templo Viejo» con sillar extraído de canteras locales. Su diseño, inspirado en las iglesias coloniales arequipeñas, combinaba bóvedas de calamina y detalles en azul celeste, rojo ladrillo y beige.
Hoy, el santuario recibe alrededor de 200 mil visitantes anuales. Muchos recorren a pie los 45 kilómetros desde Arequipa, cumpliendo promesas o buscando consuelo. En Capilla Vieja, restos de muros y una cruz vestida con exvotos siguen siendo testigos silenciosos de los primeros ritos. Mientras, el nuevo templo, inaugurado en el siglo XX, alberga procesiones donde se mezclan cantos en quechua, música de bronces y el olor a incienso.
Patrimonio vivo de Arequipa
La Virgen de Chapi no es solo un ícono religioso; es un puente entre el pasado colonial y la identidad contemporánea del sur andino. Su declaración como Patrimonio Cultural reconoce esta fusión de historia, arte y fe colectiva. Cada 8 de septiembre, durante su natividad, las comunidades de Arequipa, Moquegua y Tacna refuerzan su conexión con esta devoción que, como el sillar de sus templos, permanece inquebrantable.
Entre volcanes y desiertos, la Virgen de Chapi sigue escribiendo su historia. Desde las danzas con plumas de cóndor hasta las modernas peregrinaciones, su santuario simboliza la capacidad de un pueblo para transformar la aridez en esperanza.
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