En casi dos siglos y medio de historia, Estados Unidos no ha vivido una crisis como la que está teniendo lugar en este momento. Miles de seguidores de Donald Trump han irrumpido en el Capitolio –el edificio que alberga las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos– para tratar de impedir la ratificación de los resultados de las elecciones del 3 de noviembre, que había empezado a la una de la tarde de Washington (7 de la tarde hora peninsular española).

Las autoridades podrían haber llamado a las Fuerzas Armadas para que expulsen del edificio a los seguidores de Donald Trump. Pero el Departamento de Defensa se ha negado a adoptar esa medida. El secretario de Defensa de EEUU, Mark Esper, fue cesado por Donald Trump tras su derrota electoral. Desde entonces, el presidente ha colocado al frente del Pentágono a figuras de la máxima lealtad hacia él.

La turba ha destrozado puertas, ventanas y cristales, y ha intentando penetrar en la sala del Pleno de la Cámara de Representantes. La policía, dentro de la Cámara, tiene sus armas listas para disparar a los manifestantes, según los periodistas acreditados en el edificio.

Parece que por el momento ha habido varios heridos. Una mujer se encuentra en estado crítico tras recibir un disparo en el pecho, informa Reuters. Imágenes de MSNBC mostraron a una mujer siendo trasladada en camilla con una fuerte hemorragia y algunos legisladores fueron escuchados gritando «se han producido disparos», al tiempo que miembros de la seguridad del Capitolio desenfundaron armas en el salón de plenos de la Cámara de Representantes, recoge Efe.

Los 534 legisladores presentes (435 representantes y 99 senadores) están siendo evacuados al sótano del edificio. La policía les ha ordenado que se pongan máscaras antigás de máxima protección (los llamados “cascos de huida”, o “escape hoods”). El Ayuntamiento de Washington ha decretado el toque de queda a partir de las 6 de la tarde (12 de la noche de España).

El asalto se ha producido después de que Donald Trump se dirigiera a decenas de miles de seguidores, concentrados frente al Capitolio, y declarara que Joe Biden va a ser “un presidente ilegítimo”. El jefe del Estado y del Gobierno volvió a insistir en que el vicepresidente, Mike Pence, podía anular el resultado de las elecciones del 3 de noviembre. Pence, que presidia la sesión, se negó a hacerlo, fundamentalmente porque es ilegal.

A continuación, 13 senadores republicanos cuestionaron los resultados, algo que fue considerado por el jefe de su propio grupo parlamentario, Mitch McConnell, como una acción destinada a “cambiar el resultado de una elección, y llevada a cabo por los perdedores”. Para McConnell, la actuación de sus propios correligionarios, “amenaza con llevar a nuestra democracia a una espiral mortal”.

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