Facundo M. M. es un niño de nueve años. Estudia en el colegio Max Uhle de Arequipa. El año pasado, entró en una sana rebeldía. En una carta comunicó a la dirección de la institución educativa que no forraría sus libros ni cuadernos. Apenas pegó el rótulo con su nombre y algunos stickers, nada de ese plástico protector que luego se deposita en un basurero y demora en degradarse entre 150 y 1 000 años. Es considerado uno de los más contaminantes del planeta, que termina siendo un peligro para las especies marinas.

En su misiva de puño y letra, el niño explica al director del colegio sus razones. Argumenta que el vinifán utilizado para proteger estos materiales de trabajo es plástico y se deposita en el fondo de los océanos envenenando a los peces.‌

Facundo hace sus cálculos matemáticos. Estima que en el colegio hay mil escolares que utilizan tres metros de plástico en forros. “Entonces, tenemos tres mil metros y un mar lleno de basura», concluye.

El niño exhorta: “¡Qué le parece si le pedimos a los alumnos que no forren con plástico para cuidar a los peces!”.‌

Después de cuatro meses, las autoridades del colegio respondieron. Lo felicitaron por su compromiso con el medioambiente y difundieron el contenido de la carta ante los demás escolares, para que estos hagan propuestas. También implementaron una directiva para este año: los padres ya no utilizarán los forros de plástico en cuadernos ni libros. “En atención a nuestra política de cuidado del medioambiente, queda prohibido forrar con vinifán”, recomiendan en su directiva.

Su madre, Iliena Monti, cuenta que Facundo es un niño dotado de una sensibilidad particular: le gusta la música y toca piano desde los cinco años; pero, sobre todo, tiene una pasión especial por los animales y las plantas. En su mesa de noche, siempre hay libros sobre la naturaleza: enciclopedias de zoología junto a libros de pájaros, dinosaurios y vida marina, además del cuerpo humano. Dentro de sus últimas obsesiones, destaca el interés por las hormigas. Ha pedido a sus padres tener un hormiguero artificial en casa. La propuesta está en evaluación. También busca mariposas extrañas, rescata pájaros heridos y colecciona hojas o hierbas que le resulten atractivas. El gusto por la naturaleza viene en los genes, dice su madre. Su bisabuelo Alfredo y su abuela Martha son referentes en el cariño y cuidado a los animales y las plantas. Facundo no solo anda abocado en sus preocupaciones ambientales. Le gusta el fútbol. Ataja en la selección sub-10 de su colegio.

Sus padres dicen que Facundo tiene un sueño: que los demás colegios implementen esta política. Eso ahorraría tiempo y dinero a los padres, pero sobre todo salvaría al planeta. La palabra queda en cancha de la Gerencia Regional de Educación. Esperamos noticias.

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